Vida nómada es volver a comprender y practicar que lo mínimo es lo esencial. Y que el movimiento del cuerpo es sinónimo de salud.

Soy un gestor de la vida nómada. Así que aprovecho el poco espacio que la selva de cemento le deja a la naturaleza para correr y escucharla.

Tan sabia y profunda me llena con su traslúcida energía para ver en positivo ese conjunto de ideas, pasiones y egoísmos que los habitantes en este grano de arena del universo administramos para sobrevivir.

Lastimera por lo que la barbarie humana se ensaña en contra suya, la naturaleza me comunica que el retorno a lo simple está en volver a ser nómadas.

Me quiere decir, que solo activando el cuerpo despertamos el alma para adaptarnos al nuevo orden que el universo nos ha programado: el de todos como una persona, el de cambiar el yo por nosotros, el de comprender y practicar que lo mínimo es esencial, el de aislar y confinar los dañinos egos del individualismo.

Una persona de vida nómada no es aquella que corre hasta el agotamiento. Es la que sabe gestionar el Movimiento Lento como una habilidad para predominar la calidad frente a la cantidad.

Hoy para cumplirle al modelo ideal del quehacer, hay que hacerlo rápido y breve. Se nos pide no perder el ritmo de vida que transmite el virus de la prisa. Recibiremos las mejores calificaciones si vivimos corriendo por la vida, en lugar de vivirla.

Disto de ese aforismo que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Me aparto de la brevedad en todo lo que se haga.

Me aparto de la “tiranía del tiempo” que imponían los relojes de sol, medir minutos y echar a correr. Saber gestionar el esfuerzo prolongado en el tiempo es para el nómada: alcanzar un estado de ánimo para hacer algo lo mejor posible en lugar de hacerlo los más rápido posible.

Vida nómada: el juego seductor de las hormonas

El nómada desafía la distancia planificando la calidad del agotamiento hasta cruzar la meta sudoroso y pleno de sonrisa con la impresión de haber logrado el bienestar libre de sensaciones dolorosas, gracias a ese cóctel químico gratuito e indetectable en los controles que los científicos llaman el dopaje natural producido por las endorfinas o nuestras olvidadas hormonas de la felicidad.

Aunque la ciencia aún no ha logrado identificar cuánto tenemos que correr para alcanzar la sensación de estímulo de nuestras hormonas de la felicidad, el Movimiento Lento si ha encontrado contestaciones para volver a esas distancias del espíritu nómada que inspiró la especie humana y que han sido sustituidas por la adicción a la prisa, mutando a los humanos a huéspedes de las selvas de cemento.

Una respuesta nómada a la esclavitud moderna de la productividad nos dirige a comprender “que en la era de la aceleración frenética dominar el reloj de los negocios va sobre saber elegir cuándo ser rápido, pero también cuándo ir más lento (The economist)”.

Lo que hace el Pensamiento Lento es interpretar esos cambios, dirigirlos y matizarlos. Es aquí cuando la lentitud se transforma en un superpoder.

Vida nómada: La lentitud como método

“Estamos llegando a los límites de lo que pueden aguantar el cuerpo, la mente, el alma”

Lo escribe Carl Honoré en el libro: La lentitud como método, cómo ser eficaz y vivir mejor en un mundo veloz.

La obra nos socializa sobre los males de la inmediatez en la sociedad moderna y su propuesta de remedio para sanarlos: Slow Movement, el Movimiento Slow, el Movimiento Lento. Una tendencia que plantea ralentizar la vida y reducir las cargas mentales, académicas y laborales para ganar más tiempo hacia la gestión del bienestar.

“Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida. Vivimos siempre en el carril rápido, hemos creado una cultura de la prisa donde buscamos hacer cada vez más cosas con cada vez menos tiempo. Hemos generado una especie de dictadura social que no deja espacio para la pausa, para el silencio, para todas esas cosas que parecen poco productivas. Un mundo tan impaciente y tan frenético que hasta la lentitud la queremos en el acto. Hemos perdido la capacidad de esperar”.

El desafío nómada en las selvas de cemento

Los nómadas practicamos la gestión de la energía del cuerpo para atrevernos a desafiar el confinamiento laboral mediante la seducción de las endorfinas (hormonas de la felicidad).

El reto nómada es el contrarrestar con movimiento y sin prisa (¡qué contraste!) los efectos del sedentarismo y la moda alimentaria, que no solo nos han vuelto complacientes para evitar que el sistema productivo nos rechace, sino el blanco perfecto de los cuatro asesinos de las selvas de cemento y responsables en gran parte de la extinción humana: cáncer, diabetes y las enfermedades cardiovasculares y pulmonares.

El modelo de la inmediatez nos aconseja hacer de todo a la vez como medio de gestión de los indicadores que nos miden como unidades productivas. La reserva natural del cuerpo la sustituimos con medicamentos para contrarrestar los bajonazos productivos de la rigurosa regla del horario. Mucho siempre será poco, pero siempre dañino.

En este convulso ecosistema de la prisa, son las hormonas de la felicidad las que nos explican que la vivencia nómada acompañada de la medicina preventiva luego de movernos, ya sea al correr, trotar o caminar corresponde a una reacción del dopaje natural llamado anandamida, que se libera cuando nuestro cuerpo activa el sistema endocannabinoide, un conglomerado de receptores de las células que se accionan mediante neuromoduladores y responsable de liberar la analgesia (disminución de las sensaciones dolorosas) y que para el doctor Petri Wiklund, experto en medicina deportiva, en un escrito publicado en la revista Journal of Sport and Health Science, “también produce una acción broncodilatadora y vasodilatadora que podría ayudar a la actividad aeróbica al favorecer el riego sanguíneo y la respiración” y por supuesto, a bloquear el ataque de las cuatro enfermedades asesinas de las selvas de cemento.

Vida nómada: De lo simple a lo mínimo esencial

Lo paradójico de los efectos de muerte y destrucción de una de las cuatro enfermedades asesinas del Tercer Milenio, entre ellas el COVID-19, es que los humanos aprenderemos a gestionar el cómo volver a ser nómadas para iniciar el retorno a lo simple: el de todos como una persona, el de cambiar el yo por nosotros, el de comprender y practicar que lo mínimo es esencial, el de aislar y confinar los dañinos egos del individualismo.

Pero esta cruel enseñanza de la pandemia será gestionada a favor de los humanos si consentimos que tanto el Pensamiento Lento y como el Espíritu Nómada trasladen sus poderes preventivos a ese mundo hiperacelerado en el que aprendamos a vivir la vida en lugar en lugar de correr por la vida.

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Soy un mercadólogo, periodista y productor U-Learning. En este blog presento ideas y consejos para la gestión de los desafíos de la industria del deporte 4.0. ...Más...

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