No hay nada más rentable para comerciar que la identidad, por ello los nacionalismos, los particularismos y las religiones son tan buenos mercaderes. La violencia en el fútbol es mucho más que un desafío cultural.
En 1990 cuando la violencia cohabita con el fútbol inglés, el historiador Eric Hobsbawn escribe que “la comunidad imaginada de millones de seres parece más real bajo la forma de un equipo de 11 personas cuyo nombre conocemos”. Se refería a las emociones nacionalismo masivo por una representación icónica como la selección de fútbol.
Otra extensión del fútbol como generador insaciable de identidades la describe el investigador de sociología política, género y familia de la Universidad Complutense, Enrique Gil Calvo: “Sin fe ni amor a la patria, sólo la fe en el futbol y el amor a la selección permite sentirse orgulloso de ser español”.
Estas referencias explican, en parte, por qué el apego emocional es un culto a la irracionalidad con huellas de dolor y muerte en los que deberíamos llamar recintos sagrados de la vida y el juego limpio: los estadios deporte.
Entre algunos registros, la historia cuenta:
Final de la Eurocopa 1985: 39 fallecidos en el Estadio de Heysel en Bruselas, después de que un muro colapsó durante el enfrentamiento entre aficionados del Liverpool y de la Juventus.
1996 Guatemala: 80 muertos tras un juego clasificatorio entre la selección local y Costa Rica.
2001 Ghana: unas 20 muertes en un estadio.
En la ruta del metro al estadio del PSG para un juego de Liga de Campeones 2015, hinchas del Chelsea se negaron a permitir que un hombre de color abordara su vagón.
Un fanático del Tottenham es apuñalado antes de un juego de la Europa League en Italia en 2012.
Un seguidor de Boca Juniors pone gases irritantes contra los jugadores de River Plate durante el juego de Copa Libertadores 2015.
Febrero de 2015, Roma: en una obra de salvajes, los seguidores del club holandés Feyenoord se enfrentaron a la policía y fueron acusados de dañar la Barcaccia, una fuente en forma de barco a los pies de la escalinata de la Plaza de España.
¿Qué origina estos comportamientos de irracionalidad y muerte?
La pregunta aparece cada vez de un episodio. Y la respuesta rueda tan rápido como el balón en las fábricas de producción del espectáculo (estadios). Infortunadamente, la violencia ya hace parte de la cadena de producción. Por lo tanto, el negocio no puede parar por una muerte más o por sorna racial.
Es lo que el analista político y periodista Enrique Toussaint de El Informador, México, define como el negocio que se construye sobre la base de un vínculo identitario con el aficionado.
El fútbol como un producto más en el mercado es un negocio con una enorme renta para la salud económica de la cadena de producción del entretenimiento.
Es la hora para que sus socios: agentes, clubes, ligas, federaciones, patrocinadores, empresas mediáticas, gobiernos tomen la violencia como una oportunidad para reinventar el producto con la educación como estrategia para mutar el mensaje de la violencia a los altavoces de la industria con el recado práctico del Juego Limpio por la Vida, así como el holding UEFA propagó e impuso el Juego Limpio Financiero para sanear la economía de los clubes profesionales de Europa.
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