La Cleptocracia es el sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos.
En el caso de la autocalificada República Independiente FIFA, habría que cambiar “bienes públicos” por “todos los bienes”.
El Inquisidor General o el supremo inquisidor, a cuyo cargo estaba el gobierno del Consejo de Inquisición y de todos sus tribunales (SEPP BLATTER ), ordenaba quitar, ocultar e invertir sin el más mínimo reato. Así y educados para el más fino ardid, los casi todos presidentes de las naciones emergentes (o países en vía de desarrollo de la Conmebol, Sudamérica – y la Concacaf, Centroamérica -) lo practicaban con pericia y sorna. Producto de su ignorancia natural, casi todos gamonales y vividores del oportunismo, optaron por el enriquecimiento fácil.
Aunque la gestión del delito tampoco pasaba incólume por Alemania o por casi toda Europa representada en el holding UEFA, solo diferente del modelo corrupto FIFA en el nombre del otro Inquisidor General, “señor PLATINI”.
La puesta al escarnio público de nombres que se auto proclamaban como los líderes del fútbol y alabados hasta llevarlos a esta exaltación por muchos comentaristas de las empresas mediáticas socias del negocio de derechos, nos enseña que la corrupción en los deportes también es una especie de juego generalizado como el practicado por quienes se birlan los dineros destinados para la construcción del puente, la carretera, el acueducto o la escuela.
The Economist lo describe en toda su realidad: “En el fondo, éste no es un tema recreativo sino criminal. Ni inocuo ni carente de víctimas, la corrupción deportiva es perpetrada por funcionarios deshonestos, gobiernos abusivos y mafiosos, en ocasiones en coordinación unos con otros. Sí importa; y el problema va mucho más allá de Sepp Blatter, la FIFA y el fútbol”.
Para la publicación semanal británica, la corrupción en los deportes tiene cuatro (4) ejes impulsores principales y relacionados entre sí.
1. La innecesariamente faraónica escala de los Mega Eventos deportivos. Para los regímenes cleptocráticos como el de Rusia – sede de las costosas Olimpiadas de invierno de 2014 y la planeada Copa Mundial en 2018 _, éstas son oportunidades espléndidas para malversar fondos públicos. Las víctimas son los defraudados contribuyentes, pensionistas y servicios públicos del país anfitrión.
2. Los deportes al más alto nivel son ahora una mercadería mundial, que atrae enormes sumas de los mercadólogos y de las cadenas difusoras (el drama deportivo en tiempo real es uno de los pocos imanes de público en vivo que quedan).
Como sugiere la investigación estadounidense que ayudó a derrocar a Blatter, los sobornos en ocasiones lubrican los contratos sustanciosos que surgen. Por ello, la corrupción deportiva es inextricable del más amplio flagelo de los sobornos corporativos.
3. La globalización insuficientemente regulada de las apuestas, y su explotación por parte de los que arreglan partidos y lavan dinero. Estas apuestas difícilmente son nuevas: la manipulación de la Serie Mundial de béisbol de 1919 está inmortalizada en “The Great Gatsby”. Pero las bases de fanáticos en todo el mundo y el Internet las han hecho mucho más lucrativas, atrayendo a mafiosos serios de Asia y el este de Europa.
4. Por último, la administración de demasiados deportes es opaca, monopolista, mal monitoreada y totalmente inadecuada para la era de las grandes cantidades de dinero. Algunos deportes (como el tenis profesional) y lugares (como Finlandia y Corea del Sur, que han aplicado mano dura contra el arreglo de partidos en el fútbol) se han puesto al día.
Otros, como la FIFA, han resultado mal preparados para combatir la depredación y demasiado hospitalarios con los funcionarios poco escrupulosos. El fútbol no es el único deporte vulnerable; el escándalo ha afectado a pasatiempos tan oscuros como el balonmano. A menudo intervienen políticos malvados, como algunos de los muchos involucrados en el criquet indio (un pantano de partidos arreglados y sobornos).
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